Con más de ciento veinte años de tradición, el Carnaval de Barranquilla se ha convertido en una de las fiestas tradicionales más importantes de Colombia, reflejando la cultura e idiosincrasia del pueblo barranquillero, demostrando su capacidad de sobreponerse a sus adversidades, acompasando sus penas y trayendo felicidad y emoción a su vida.
No es un acto de hipocresía ante los momentos de violencia y tristeza, simplemente es una expresión de liberación y de autoconstrucción del autoestima ante la adversidad de una realidad desgastada por las consecuencias de la barbarie, falta de compasión e intolerancia que siempre es vivida en la mayoría de las grandes urbes, que poco a poco pierden la conciencia de lo que “ser humano” significa.
Es un momento del año en el que no existen las clases sociales ni los estratos, no hay paso para el aburrimiento, las fiestas se realizan en cualquier casa, esquina, caseta, espacio público, es una celebración de vida que se extiende por toda la ciudad acogiendo a propios y extraños, uniéndolos en una sola familia.
Pero la principal razón de ser del Carnaval de Barranquilla es una sola: el disfraz.
¿Por qué el disfraz? Porque ese ser humano que lo utiliza quiere quitarse la máscara de la cotidianidad y convertirse en alguien expresivo, prolífico en amor, alegría, esencia de vida, lleno de expresión y abierto a un mundo especial que le es indiferente durante el resto del año. Detrás de cada máscara existe una persona que cambia durante estos cuatro días, no para ser otra persona distinta, sino para ser él mismo, pero despojado de todo sentimiento negativo. Las máscaras, los disfraces, el maquillaje exagerado, son todas expresiones de felicidad, tradición, idiosincrasia, que transportan a los visitantes, sin saberlo, a un mundo que los habitantes de barranquilla han venido construyendo durante más de un siglo, especialmente para que las personas entiendan la importancia de ser barranquillero, lo conozcan y traspasen las fronteras del idioma, de la cultura, credos, política, etc.
Los disfraces no sólo permiten rendir homenaje a situaciones actuales, como lo son la política, farándula, etc., también exaltan la tradición y cultura del pueblo barranquillero a través de excelentes representaciones. Dentro de estas representaciones se pueden destacar tres en particular: Marimonda, Torito y Drácula.
Estos tres disfraces se destacan entro los demás debido a que son fruto del ingenio barranquillero, además de lo que en el argot artístico teatral llaman “performance” o interpretación del personaje.